Explica Zygmunt Bauman que la convivencia con “los otros” ha sido un problema continuo de la sociedad occidental. Para el sociólogo, las principales estrategias utilizadas han sido tres. La separación del otro excluyéndole, la asimilación del otro despojándole de su otredad y la invisibilización del otro. Es fácil darse cuenta de que con las mujeres, con “la otra”, se han utilizado las tres. Y también es fácil darse cuenta de que ante cada avance, cada paso dado para conseguir derechos escamoteados, se provoca una fuerte reacción. Cuanto más ensanchamos nuestro ámbito de libertades, más profundizamos en nuestros derechos, cuanto más dueñas nos hacemos de nuestra categoría de ciudadanas y tomamos la palabra y decidimos por nosotras mismas, más duras son las críticas y los ataques: “Las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, “[la ministra de empleo] estaría mejor en su pueblo haciendo punto de cruz”, “la mayoría de las denuncias de las mujeres víctimas de violencia son falsas”, “la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres”, “no hay ninguna mujer en el comité ejecutivo del Deutsche Bannk, pero espero que un día u otro la dirección sea más bonita y tenga más colorido gracias a la integración de las mujeres”. La lista es mucho más larga, son sólo los ejemplos más recientes. ¿Qué están atacando estas declaraciones? Por orden de intervención: Código Penal, Ley de Igualdad (paridad), Ley Integral contra la Violencia de Género, Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos y Directiva Europea sobre la presencia de mujeres en los consejos de administración.
Dice Marcela Lagarde que las mujeres actuales sufrimos un “sincretismo de género”, estamos en esa frontera de mujeres domésticas y públicas, madresposas-semiciudadanas. Y ese sincretismo de género se concreta en poseer atributos modernos y sin embargo, ser objeto de valoraciones premodernas.
Publicado en Público el 8 de marzo.